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Bien de interés cultural – Resolución de 13 de junio de 2025, de la Dirección General de Patrimonio Cultural y Oficina del Español de la Comunidad de Madrid, para la incoación del expediente para la declaración como Bien de Interés Cultural del Patrimonio Inmaterial de la Comunidad de Madrid, del Cocido Madrileño
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BOCM
BOLETÍN OFICIAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Pág. 432
VIERNES 27 DE JUNIO DE 2025
B.O.C.M. Núm. 152
como especialidad, como la Posada de la Villa nacida en 1642, la Taberna de Antonio Sánchez
en 1787, Lhardy en 1839, La Tasca Suprema en 1890, o Casa Ciríaco en 1906.
Será desde mediados del siglo XIX y hasta principios del siglo XX cuando se produzca la
identificación de una elaboración concreta de cocido como “madrileño”, identificando la
elaboración culinaria con el lugar donde se cocina. Este cambio de produjo en la capital y vino
de la mano de los menús de los restaurantes.
Avanzado el tiempo se sigue comprobando que el cocido forma parte de la dieta diaria y también
festiva del Madrid de la primera mitad del siglo XIX. De ello da fe el artículo publicado en 1832
por Mariano José de Larra en El Pobrecito Hablador; en el artículo “El castellano viejo”, se narran
las desventuras del escritor durante un convite “por los días” de un amigo, castellano viejo, en el
que al cocido le sigue su “principio” como era habitual en la época.
Desde mediados del siglo XIX el cocido se situó como el protagonista de la alimentación de los
habitantes de la Comunidad de Madrid, ya con la denominación cocido madrileño. En los
documentos periodísticos el término cocido madrileño aparece de forma explícita en 1853
cuando en el Semanario Pintoresco Español, se hace alusión de forma satírica a lo complicado
de los tiempos, tanto que “un amigo mío va á dar á luz un tomo en folio sobre la Glosofia del
riquísimo cocido madrileño”.
El Semanario Pintoresco Español publica también en 1851 el artículo “Los Manolos de Madrid”
de Juan Miguel de los Ríos donde se recoge lo siguiente: “Las Manolas cuya buena conducta las
lleva al santo estado del matrimonio, suelen ser modelo de trabajos y de sufrimientos. Por el
Prado, por las calles, por las plazas de Oriente, del Progreso y de Santa Ana, las vemos
diariamente cruzar al medio dia con la cesta en el brazo izquierdo, un chiquillo en el derecho,
otro agarrado á su falda y otro delante, á llevar la comida del marido á su obra, y estendiendo su
tornasolada servilleta sobre una piedra, rodear todos alguna fuente de menestra, judias ó cocido,
y con un gajo de uvas o pedazo de queso tumbarse en seguida á dar al cuerpo el necesario
descanso digestivo”.
El “cocido de albañil” se convierte en una categoría de cocido al que se asocia no solo una
BOCM-20250627-50
determinada receta o la clase social que lo consume sino la imagen misma de la forma de
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como especialidad, como la Posada de la Villa nacida en 1642, la Taberna de Antonio Sánchez
en 1787, Lhardy en 1839, La Tasca Suprema en 1890, o Casa Ciríaco en 1906.
Será desde mediados del siglo XIX y hasta principios del siglo XX cuando se produzca la
identificación de una elaboración concreta de cocido como “madrileño”, identificando la
elaboración culinaria con el lugar donde se cocina. Este cambio de produjo en la capital y vino
de la mano de los menús de los restaurantes.
Avanzado el tiempo se sigue comprobando que el cocido forma parte de la dieta diaria y también
festiva del Madrid de la primera mitad del siglo XIX. De ello da fe el artículo publicado en 1832
por Mariano José de Larra en El Pobrecito Hablador; en el artículo “El castellano viejo”, se narran
las desventuras del escritor durante un convite “por los días” de un amigo, castellano viejo, en el
que al cocido le sigue su “principio” como era habitual en la época.
Desde mediados del siglo XIX el cocido se situó como el protagonista de la alimentación de los
habitantes de la Comunidad de Madrid, ya con la denominación cocido madrileño. En los
documentos periodísticos el término cocido madrileño aparece de forma explícita en 1853
cuando en el Semanario Pintoresco Español, se hace alusión de forma satírica a lo complicado
de los tiempos, tanto que “un amigo mío va á dar á luz un tomo en folio sobre la Glosofia del
riquísimo cocido madrileño”.
El Semanario Pintoresco Español publica también en 1851 el artículo “Los Manolos de Madrid”
de Juan Miguel de los Ríos donde se recoge lo siguiente: “Las Manolas cuya buena conducta las
lleva al santo estado del matrimonio, suelen ser modelo de trabajos y de sufrimientos. Por el
Prado, por las calles, por las plazas de Oriente, del Progreso y de Santa Ana, las vemos
diariamente cruzar al medio dia con la cesta en el brazo izquierdo, un chiquillo en el derecho,
otro agarrado á su falda y otro delante, á llevar la comida del marido á su obra, y estendiendo su
tornasolada servilleta sobre una piedra, rodear todos alguna fuente de menestra, judias ó cocido,
y con un gajo de uvas o pedazo de queso tumbarse en seguida á dar al cuerpo el necesario
descanso digestivo”.
El “cocido de albañil” se convierte en una categoría de cocido al que se asocia no solo una
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determinada receta o la clase social que lo consume sino la imagen misma de la forma de